A través de los siglos, la historia ha sido concebida como el relato de los orígenes, de los usos y costumbres de los hombres y sus sociedades, como el recuento de las acciones de trascendencia y que dejaron huella. El carácter verificable de ese recuento y su objetividad, le confirieron el carácter de ciencia, mediante la aproximación a la verdad.
Sin embargo, los políticos «patria o muerte» recurren con frecuencia a la historia para reivindicar y justificar sus privilegios políticos y económicos, interpretando la historia a la medida de sus intereses y ambiciones, jugando con la unidad y solidaridad nacional; utilizando la historia como una estrategia política de consecuencias imprevisibles para la convivencia pacífica.
Tienden a revivir viejas leyendas y mitos históricos con la finalidad de mantener a un sector -muy bien definido- en estado permanente de guerra contra sus «enemigos».
De manera radical, manipulan la verdad histórica mediante la interpretación distorsionada, pretendiendo configurar la conciencia colectiva a través de la memoria histórica. El poder en todo momento tiene que justificarse a sí mismo y los arcaicos modelos basados en poder divino y culto al héroe ya no son suficientes ante la racionalidad humana.
Fue inmenso el torrente informativo que trajo consigo el lugar que ocuparon y la posición asumida por los contemporáneos de las barbaries históricas. Mucho se ha escrito, por ejemplo, sobre la responsabilidad del pueblo alemán durante esa espantosa era del nazismo totalitario y concentracionario. Aún 71 años después el Juicio de Núremberg es noticia y la “Banalidad del Mal” resulta de obligatoria lectura. Si bien los crímenes del comunismo soviético se mantuvieron ocultos durante más de 50 años, dado que el tema o era tabú, o estaba mal visto o vetado por los partidos comunistas legales no pasa un mes sin que aparezca una documentada obra que viene a reafirmar lo publicado por Stéphane Courtois y su equipo del Centre National de la Recherche Scientifique: El libro Negro del Comunismo, publicado en 1997… La realidad de los totalitarismos negro y rojo le costó a la Humanidad millones de vidas, pero ¿qué sentido tiene establecer una aberrante comparación en las atrocidades cometidas por uno u otro sistema? ¿En qué balanza habría que pesar el exterminio por el gas en Auschwitz y el exterminio por el trabajo en Gulag?…
¿Quién podría argumentar acerca del número de poblaciones aniquiladas en un sistema, o bien acerca del sadismo de los verdugos en otro…? Hitler y Stalin llevaban adelante proyectos utópicos totalitarios de distinta naturaleza, pero, a pesar de esas diferencias, sus respectivas actuaciones delirantes sólo pueden entenderse desde la perspectiva de que intentaban unificar a una sociedad ideal… Ambos andaban en pos de un Hombre Nuevo.
Y por esas complejidades propias de la historia, seres de excepcional talento, intelectuales, poetas, renombrados músicos y filósofos de primer orden apoyaron una u otra tendencia totalitaria que tan nefastos estragos causaron a la Humanidad; así tenemos como simpatizantes de totalitarismo negro a figuras como Richard Strauss, Herbert von Karajan, Giovanni Gentile, Curzio Malaparte, Spengler, Heidegger, Ezra Pound, T.S. Elliot, Ernst Junger, Celine, Drieu La Rochelle, por citar unos cuantos.
En tanto que apoyando al totalitarismo rojo encontramos a Máximo Gorki, Jean-Paul Sartre, André Bretón, George Orwell, Malraux, André Gide, Rolland, Diego Rivera, Pablo Neruda, Paul Eluard, Alejo Carpentier, Pablo Picasso.
Seguramente todos ellos, en su momento, han podido haber expresado: “Estamos del lado correcto de la Historia”
¿Será por tal razón que el historiador Elías Pino Iturrieta sostiene que la historia no tiene lados correctos; que tan solo tiene lados?
Boris Muñoz, hablando de lemas que invocan la historia, anota que estar del lado correcto de la historia es una de las ambiciones más grandes que un líder, un partido o una alianza política se pueden plantear. Más incluso en Venezuela, donde el relato histórico ha sido manoseado, abusado y retorcido a niveles alucinatorios. Entonces… ¿Cuál sería el lado correcto de la historia?
Es un lado que podemos elegir, sin caer en los errores del relativismo absoluto; sin fingir que toda historia tiene dos lados y cualquier idea es defendible. Remontándonos en la misma historia, nos encontramos el pensamiento liberal de lúcidos y brillantes pensadores como Locke, Voltaire y Kant, de quienes podemos extraer que la libertad humana, la justicia y la equidad ante la ley deben ser la base moral de la acción humana; luego estar del lado correcto de la historia es luchar por un un país sin intolerancia, sin violencia de ningún tipo, un país sin opresiones y discriminaciones por religión o idea política; estar del lado correcto de la historia en luchar por lograr un país unido, competidor, donde más que derecha o izquierda, haya prosperidad; un país sin marginados y sin niños de la calle.
Estar del lado correcto de la historia es luchar por qué no se persigan las personas por expresar sus ideas, por sus legítimas opciones o por reclamar sus derechos; estar del lado correcto de la historia es luchar por un país sin presos políticos y sin exilio político; un país sin las corrupciones que devoran pueblos enteros, sin nomenclaturas, sin partidos únicos y sin grupos de poder que se adueñen de vidas…
Estar del lado correcto de la historia es luchar por un país sin tiranías y sin tiranos, sin despotismo, ni totalitarismo; un país donde el Estado no se confunda con el partido que gobierna, y en el cual los gobernantes que no vivan declarando la guerra -ni siquiera verbal- a quienes se opongan a sus designios; un país que otorgue las condiciones necesarias para que los ciudadanos vivan dignamente: con trabajo digno, salud de verdad, y adecuadas viviendas; y, sobre todo, sin hambruna, lo que nos permitiría alcanzar la verdadera independencia, enmarcado esto en una economía humana y asentada en verdaderos valores.
Pero sobre todo, estar del lado correcto de la historia, es comenzar a reescribirla como lo vienen de hacer estos aguerridos, tenaces y comprometidos estudiantes de la Universidad de Carabobo, que en una gesta heroica, le han demostrado a toda una Nación, que con voluntad, coraje, unidad y determinación, se pueden alcanzar los objetivos y retos, por difíciles que se presenten.
Manuel Barreto Hernaiz