Siempre quedamos estupefactos por los ruidosos cambios del presidente Trump. No sé si ha sido en su pasado alegre como empresario, un hombre exitoso o un empecinado sin remedio. Lo cierto es que a estas alturas y como nos tiene acostumbrado, se ha prestado al juego comunicacional para aclararnos a su modo, la forma en que en esta ocasión retiró a una de sus piezas de su peculiar gabinete.
Su administración es de todo, menos convencional. Episodio tras episodio, con sus métodos y su estilo de hablar carentes de diplomacia, el mandatario norteamericano ha sabido mantenernos entretenidos y asombrados con su manera de llevar las riendas de una nación, acomodada a un sistema de pocas bolladuras.
Nada es nítido en su gobierno y mucho menos previsible. Nos confunde sobre si es improvisado o versátil. Visceral o meditado. Tal vez ninguna de las anteriores o solo es un hombre acostumbrado a los caprichos del poder y a hacer lo que le ha dado la gana.
Por eso, la noticia de la remoción de John Bolton nos ha decepcionado un tanto. Las razones parecían infames en un principio. La primera versión nos desencantó. “su actitud hacia Venezuela; se pasó de la raya”. Dejaba la estela agria de ablandar sus estrategias y virar su interés en otros asuntos.
Inmediatamente, el senador Marco Rubio se comunicó con él. Más político y mesurado que el gobernante, sabe que se ha empeñado la palabra y hasta el pellejo en esta cruzada. Tras la plática, no dudó en asentar un tuit decidido y esclarecedor: “si, de hecho, la dirección de la política cambia, no será debilitada”.
Trump, sin perder su estilo de blufear y acomodar sus zarpazos, retuiteó con una respuesta un poco más precisa: «de hecho, mis puntos de vista sobre Venezuela, y especialmente sobre Cuba, eran mucho más fuertes que los de John Bolton. Me estaba reteniendo».
Muchos no saben todavía si el cambio de asesor de seguridad en la Casa Blanca será beneficioso en realidad. El presidente norteamericano no estaba de acuerdo con sus sugerencias o, simplemente, se cansó de ellas. Es probable que el entorno de Maduro hiciera una fiesta, brindara en su intimidad cruel y hasta se habrían creído vencedores. Pero en este momento estoy convencido que precisamente, con este hecho, pasará todo lo contrario.
Bolton le cede la silla a Charlie Kupperman. Entre muchas aptitudes y experiencias, existe una que en nada se le pudiese considerar como casual para su estadía en el palacio gubernamental. No es un judío errante y mucho menos un simple enfebrecido por estar al lado de los dueños del circo. Es un experto en negociaciones sobre armas estratégicas y, sobre todo, sirvió también al gobierno de Ronald Reagan para la década de los ochenta, en las recalcitrantes relaciones con Panamá.
Pero llama la atención la designación Michael Kozak como subsecretario de Estado para América Latina. Es un hombre a quien no le tiembla el pulso para las decisiones más controversiales. Fue eje fundamental en la crisis con Manuel Noriega en Panamá, al ser responsable de negociar la salida del dictador, además de dar el ultimátum antes de que EEUU decidiera intervenir militarmente esa nación. No dudará en usar la fuerza si es necesario en relación con nuestro país. Su diplomacia es de reflexionar con el puño en ristre y capaz de formular la salida más rápida.
Nada cambiará el sendero ni la tenacidad del plan. Por eso dio risa y cayó en saco roto, que la usurpación de Miraflores montara esta semana su tramoya para desconcertar. Quisieron relacionar a Guaidó con la banda criminal colombiana “Los Rastrojos”, con una foto en la que aparecía al lado de algunos de sus líderes. Mientras Tarek William Saab anunciaba que lo investigaría, el presidente Iván Duque manifestaba sentirse satisfecho con la respuesta del líder opositor de “tomarse cientos de fotos a diario, sin pedirle antecedentes a nadie”.
La restauración de la democracia en Venezuela es un objetivo crucial para la región. No hay posturas bobaliconas ni gatuperios políticos. Existe un proyecto con argumentos sólidos y el tiempo sigue su marcha. Para Trump la libertad de nuestra nación deberá ser un objetivo logrado, al momento de asumir su campaña presidencial en 2020.
En las próximas semanas se unirán los cabos sueltos y se detendrán los intervalos. La sensación de catástrofe que el régimen nos ha regalado por tantos años, toman ya sus dosis varias naciones y les amarga en exceso el gusto. Por eso la paciencia se agota y no sería de extrañeza que existiera causa común entre gobiernos para recomponerle la alegría al que fue catalogado en otrora como uno de los diez países más felices del mundo.
MgS. José Luis Zambrano Padauy