Soñamos con un país apacible. Con un sistema enmarcado en cristal, preciso, sincero y justo para todos, sin metáforas falsas y con una capacidad rozagante para hacernos felices. Sin la necesidad de buscar caudillos carnavalescos que nos regalen tormentas sin pedírselas. Deseamos que nos arrope el silencio de la normalidad. Que se trabaje por el progreso para repartir las riquezas con igualdad de oportunidades.
Es un objetivo sencillo, que depende de cada uno de nosotros en el futuro, para dejar de ser la aldea que anhela la invención de la justicia. Ya la crearon los arquitectos de la realidad, con sus libracos interminables. No esperemos que limpien las tumbas por nosotros. Revivir el encanto nacional será la tarea próxima; labrar una nueva cultura para la prosperidad, tallada desde las entrañas de la fe y con el cerebro despejado.
El calvario de hoy será la anécdota en los libros de historia; la enseña a voces, drástica en la memoria y con una razón científica para no volver al desliz de esperar salvadores en la política. La recuperación de Venezuela será una conjunción de esfuerzos académicos, laborales y realistas. Estamos a muy pocos pasos de lograr esa libertad tan difícil de pronunciar.
Los estertores antes de la muerte del régimen retumban con estrépito, frente al la extrañeza del planeta y al agotamiento de un pueblo entero. El bilioso personaje de Miraflores exige elecciones para la Asamblea Nacional, mientras continúa allanando la inmunidad de los diputados reales. Es una medida de presión para no dejar el pellejo en el butacón del poder. Son sus últimas cartas para intercambiar, antes de que estalle la olla, en la que se cocina su salida con métodos diversos.
Estas últimas sanciones norteamericanas parecen ser definitivas para colmar de confusión a la tiranía. Pero estoy convencido que restan otras medidas todavía más dolorosas para los opulentos de este mandato tiránico.
El asesor de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, John Bolton, no lo pensó demasiado, para describir con alfiler y sin olvidar detalle, la realidad venezolana, soltando frases certeras sobre los acontecimientos de los próximos meses.
Aseguró con una tranquilidad premonitoria, que “los más altos niveles del entorno de Maduro son como escorpiones en una botella; no confían el uno en el otro, porque saben que todos están hablando con la oposición”.
La traición puede generarse en el interior de la maldad de estos bellacos chavistas. El gobierno de Trump apuesta a ello, leyendo el terror en los graznidos de los cuervos. Por eso Bolton habló inconmovible, sabiendo de las decisiones tomadas y convencido que los pasos en la agenda están funcionando. “Si esos 25 mil cubanos se fueran a su casa para el medio día de hoy, a la medianoche, Maduro no estaría en el poder”.
Recientemente se esparció la noticia que Rusia enviaría buques de guerra a territorio nacional, por medio de un vago acuerdo que solo ellos entienden. Lo escribió Vladimir Padrino López en sus redes sociales, destacando su visita a esas tierras gélidas y el supuesto pacto de cooperación técnico-militar firmado.
Sobre estos países que busca la dictadura para no perder las mieles de su trinchera de dominio, Bolton no escatimó en advertencias hacia China y Rusia: “ya que se les adeudan miles de millones de dólares, deben tener mucho cuidado sobre cómo actúan respecto al mandato en disputa. Si un nuevo gobierno, elegido en comicios democráticos, llegara a tomar el control de Venezuela, puede decidir que esa deuda es ilegalmente adquirida y podría repudiarla”.
El tiempo está medido con engranaje perfecto. No le presten crédito a la desesperación de los opresores que habitan en Miraflores. Salirle al paso a las decisiones estadounidenses es cuesta arriba. Por eso repetiré sin respiro que saldrán antes de finalizado el período de Guaidó como presidente del parlamento; el diálogo feneció y no se retornará a él, a menos que exista un pacto de rendición real; que Maduro y su camarilla no estarán absueltos de culpas, pagando por sus pecados continentales de un momento a otro.
La mesa está servida, sometida a los malos oficios de las conclusiones abismales y tremendas. Insistiré en que serán meses inescrutables, inquietos, de resolver viejas cuentas y con un aire de espanto terrible.
Pero después de esta tormenta de naufragios y de desvelarse los secretos de la tristeza, contaremos con un sendero despejado para el trabajo y la recuperación de la sonrisa. De vez en cuando visitaremos la tumba de la dictadura en los libros, para no olvidar lo que jamás debió suceder en un país como Venezuela.
Por MgS. José Luis Zambrano Padauy