Muy pobre resulta el discurso del gobierno usurpador cuando habla de la mujer, al parecer solo podemos ser «visibles» pero, del discurso a los hechos, a la realidad concreta, hay mucho camino por recorrer. Esta disparidad entre el verbo y la acción tiene un motivo muy elocuente, se cree falsamente desde la cúpula del poder militar que la igualdad a la que aspiran las mujeres es un asunto etéreo, inmaterial, simbólico y hasta metafísico. La verdad es que eso es lo de menos, los motivos que llevan a las mujeres a organizarse para hacerse ciudadanas de plenos derechos políticos, económicos y sociales tienen una expresión concreta en el desarrollo de las naciones.
Datos proporcionados por las Naciones Unidas revelan los beneficios de la igualdad de la mujer, entre ellos puedo mencionar dos particularmente ilustrativos: 1) El aumento de la educación de las mujeres y las niñas contribuye a un mayor crecimiento económico. Un mayor nivel educativo da cuenta de aproximadamente el 50 por ciento del crecimiento económico en los países de la OCDE durante los últimos 50 años, de lo cual más de la mitad se debe a que las niñas tuvieron acceso a niveles superiores de educación y al logro de una mayor igualdad en la cantidad de años de formación entre hombres y mujeres. 2) Cuando el número de mujeres ocupadas aumenta, las economías crecen. Según estudios efectuados en países de la OCDE y en algunos países no miembros, el aumento de la participación de las mujeres en la fuerza de trabajo —o una reducción de la disparidad entre la participación de mujeres y hombres en la fuerza laboral— produce un crecimiento económico más rápido.
Es decir, el asunto no es que a todo le pongan una «a» para que lingüísticamente se diga que hay inclusión. Es que sin el aporte económico de la mujer, producto de condiciones jurídicas y sociales igualitarias, el desarrollo no solo se hace esquivo sino imposible. Hoy en Venezuela la mujer insiste en hacer grandes esfuerzos para educarse, son las estudiantes, en todos los niveles, las que más esfuerzos hacen para no desertar de la educación formal porque han internalizado que solo pueden lograr la igualdad efectiva con competencias, destrezas y habilidades sólidas. Los datos estadísticos sobre la matrícula escolar así lo indican, incluso siendo las mayores víctimas de la crisis humanitaria compleja.
Es una cuestión muy lógica, una mujer capacitada, profesional, con estudios universitarios o técnicos, reduce sustancialmente las posibilidades de ser víctima de maltrato o discriminación de género, sea en el espacio doméstico o laboral, sin embargo, pese a que las mujeres venezolanas hacen esfuerzos por formarse, los obstáculos son cada vez más notorios.
En el caso de la Universidad de Carabobo, donde la matrícula de mujeres en algunas escuelas llega al 62%, no se cuenta con transporte, no hay comedor escolar, los horarios nocturnos dejaron de existir y la inseguridad en el campus es escandalosa, estos aspectos afectan de forma diferenciada a la mujer estudiante si consideramos que conforme a distintos estudios de la ONU «Las mujeres tienen una responsabilidad desproporcionada con respecto al trabajo no remunerado de cuidados que prestan a otras personas. Las mujeres dedican entre 1 y 3 horas más que los hombres a las labores domésticas; entre 2 y 10 veces más de tiempo diario a la prestación de cuidados (a los hijos e hijas, personas mayores y enfermas), y entre 1 y 4 horas diarias menos a actividades de mercado». Estos aspectos también tienen efectos sobre la inserción laboral de la mujer y su calidad de vida.
Lo justo, lo adecuado, es que en una sociedad democrática moderna las políticas públicas sean diseñadas considerando de forma transversal el enfoque de género. Para alcanzar ese ideal, el diseño de las políticas requiere diseñadoras, es decir, mujeres en el plano decisional. Las mujeres no estamos esperando concesiones graciosas desde las alturas del poder, pedimos ser incorporadas con voz propia para incidir positivamente en la agenda pública para, como he tratado de exponer, no solo tener beneficios como género sino que el disfrute de esos derechos puede permitir un real avance material para el conjunto de la sociedad.
Por: Belkis Montero