Por Heinz Dieterich
Una ofensiva general del Imperio, minuciosamente planeada, ha sellado el fin de la dictadura de Maduro-Cabello-Padrino López. Entendiendo a la estrategia como «el empleo de las batallas para conseguir el fin de la guerra» (Carl von Clausewitz), se evidencia el Plan de Operaciones de la Batalla por Caracas. Este prevé tres operaciones claves: las del cuatro, cinco y diez de enero y la penetración de las tres líneas de defensa preparadas por el Madurismo: la Asamblea Nacional Constituyente (ANC), el Tribunal Supremo y la ocupación de la calle. Tres «divisiones de tanques» encabezan el ataque: Guaidó y la Asamblea Nacional; el Grupo de Lima y la triada imperialista-sionista de Trump, su clon neofascista tropical Bolsonaro y el presidente del régimen de los «falsos positivos», Iván Duque. No está previsto ninguna negociación con Maduro y su camarilla. Lo que se espera de Maduro, en lenguaje de la Segunda Guerra Mundial, es el rendimiento incondicional (unconditional surrender). Ha cumplido su tarea de destruir la herencia del presidente Hugo Chávez y de la Patria Grande de Bolívar. Ahora, al igual que Pinochet después de destruir a las fuerzas progresistas de Chile, se convierte en un estorbo. A Pinochet se retiró con un plebiscito. Maduro y su camarilla sólo saldrán por la fuerza
2. El Plan de Operaciones
La ofensiva final comenzó el viernes, cuatro de enero, con demandas ultimativas del «Grupo de Lima». De los trece países que forman el grupo, sólo México se abstuvo digna y correctamente de firmar la declaración respectiva. Los demás se pronunciaron por desconocer las elecciones presidenciales venezolanas de mayo 2018, no aceptar un nuevo mandato de Maduro y exigir la transferencia del poder ejecutivo a la Asamblea Nacional, controlada por la oposición (MUD). En términos de la Doctrina militar bolivariana, fue una acción de fuego de ablandamiento. El asalto principal a la plaza siguió el día siguiente. Juan Guaidó, el flamante presidente de la Asamblea Nacional (AN) y ejecutor político del Grupo de Lima, destruyó discursivamente toda la superestructura apócrifa creada por Maduro-Cabello para legitimar su régimen, y anunció la ruta de salida de Maduro. Es decir, la ruta de la toma del poder. Esta prevé cuatro pasos: 1. El reconocimiento, de que la AN es la única representación legal del país ante la comunidad internacional. 2. La entrega incondicional del poder de Maduro a la AN. 3. Formación de un gobierno provisional de transición y un presidente interino por la AN. 4. Convocatoria a elecciones libres.
3. Colapsan líneas de defensa maduristas
La primera línea de defensa madurista estaba montada en el Palacio Federal Legislativo. Este amaneció el 5 de enero controlado por el Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (SEBIN) y la Guardia Nacional. El plan gubernamental consistía en impedir la sesión de la Asamblea Nacional encabezada por Guaidó. Ante el madruguete del Grupo de Lima, el día anterior, y la presencia masiva de diplomáticos del imperialismo occidental, el régimen no se atrevió a ejecutar el plan orquestado. La Asamblea Nacional entró en funciones y declaró lo que equivalía a la de facto destitución de Maduro.
La segunda trinchera defensiva madurista es la juramentación de Maduro ante el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), el diez de enero, ante la negativa de la Asamblea Nacional, de cumplir con el protocolo constitucional en la AN. No está claro, si el TSJ tendrá quorum o no para utilizar ese mecanismo previsto en la Constitución. Pero, de hecho, no importa, porque tal juramentación no será más que un acto de onanismo político de un gobierno prácticamente ya virtual, sin trascendencia real.
La última trinchera, dada a conocer por Diosdado Cabello el mismo sábado 5 de enero, es la instalación de campamentos bolivarianos en la capital, para controlar la calle en favor de Miraflores. Aunque esta medida funcionara, tendría sólo un efecto táctico real, no estratégico. Podría dilatar el desenlace final de la Batalla de Caracas. Pero, como sucedió con los «ejércitos fantasmas» (Geisterarmeen) de Hitler en la Batalla de Berlin, 1945, el fin de la guerra está decidido. Dada la correlación de fuerzas, el colapso de Berlin ante la ofensiva final de 2.5 millones de soldados soviéticos era inevitable. Tal como es inevitable el colapso del régimen fantasma madurista ante el asalto final de Washington.
4. La postguerra
La razón de toda guerra es la determinación del orden de post-guerra, por el vencedor. Siendo evidente quién será el vencedor del conflicto, está claro el Ordine Nuovo, que espera a Venezuela. Sus coordenadas son definidas por los neofascistas de Washington (Bolton, Pompeo), la mafia anti-cubana monroeista de Miami, el neofascista Jair Bolsonaro que «liberó a Brasil del Socialismo» y promete liberar al país de «marginales rojos» y las universidades «del marxismo», y el representante de la política de «falsos positivos», Iván Duque, bajo cuyo gobierno sigue impune el programa de asesinatos políticos contra opositores y activistas. Los dos tropicales, como es sabido, son arduos admiradores del criminal de guerra sionista Netanyahu.
5. La postguerra con Guaidó
Quiénes hoy día proponen apoyar incondicionalmente a Guaidó, no deben tener ilusiones sobre el futuro que representa: una combinación de los modelos de represión neofascista colombianos y brasileños, que es el patrón de dominación y explotación escogido para América Latina por Washington, en su competencia con China y Rusia. De ahí, que dejarle mano libre para que la Asamblea Nacional nombre autónomamente a un presidente interino y un consejo de transición, significa cambiar el cáncer llamado Maduro por el SIDA llamado MUD. Apoyar a Guaidó sin caer en las ilusiones y burradas propagandísticas de la democracia burguesa significa, reclamar las posiciones de poder y las personas que las van a ocupar, antes de pactar con él. Y, por supuesto, organizar las fuerzas capaces de garantizar estos acuerdos una vez que Maduro haya caído.
6. Corresponsabilidad de la izquierda oportunista
La gran derrota del progresismo en Venezuela se debe a varios factores, entre ellos, la falla de Hugo Chávez de construir un partido-movimiento nacional de vanguardia, la formación sistemática de cuadros de transformación y la reconversión del corrupto Estado burgués petrolero en un conductor nacional moderno y eficiente del Siglo 21. El oportunismo político nacional e internacional que se dedicó a aprovechar las prebendas del proceso, fue otro factor dañino. Los «discurseros» españoles de «Podemos», como J.C. Monedero, que cobró más de 400.000 Euros por sus trabajitos insignificantes; los intelectuales latinoamericanos que se llevaron el Premio Libertador de 150.000 dólares (sic), como el ecuatoriano Bolívar Echeverría, y cuyos trabajos no contribuyeron nada al futuro de la revolución; la intranscendente TeleSur y su «comentocrácia» incestuosa, así como los partidos, movimientos y gobiernos, que por ventajas materiales elogiaron el proceso o guardaron un silencio cómplice ante sus desviaciones –llamándolo «socialista» y «bolivariano»– cuando desde el año 2009 ya no tenía estas características. No había, en resumen, un correctivo revolucionario, un correctivo de una auténtica Izquierda, que podía enfrentar a la derecha «bolivariana», que ya en el año mencionado había tomado el poder y corrompido el proceso. De esta manera, una Revolución separada de la verdad y de la razón crítica, estaba condenada a sucumbir. La troika Maduro-Cabello-Padrino López es la consecuencia lógica de este proceso, que ahora se repite con Daniel Ortega y Rosario Murillo en Nicaragua.
7. Maduro: agente del Imperialismo
Ante cualquier crítica de su desgobierno, Maduro calumnia a los críticos como «agentes del imperialismo». Pero, la verdad es que Washington no podría haber encontrado un mejor agente contrarrevolucionario para destruir la obra libertaria de Hugo Chávez, Lula, Fidel y Kirchner, que Nicolás Maduro Moros. De la Patria Grande, de la UNASUR, del ALBA, del Consejo de Defensa Suramericano, hoy día sólo quedan ruinas. Y la orgullosa Nación de Libertadores es una sombra de lo que fue, con un presidente que donó 500.000 dólares de todos los venezolanos a la inauguración de Donald Trump y ha enajenado el patrimonio del país al capital internacional.
Si hoy día el Imperio retira a su operador más eficiente del hemisferio, no es por diferencias políticas. ¡Es, porque ya no lo necesita!