Nicolasito no podrá ir a Disney

PorSomos Noticias

Jul 1, 2019
Foto: Cortesía

Dudo que la estupidez sea una enfermedad. En todo caso, podría ser hereditaria y contagiar a los más cercanos. Muchos hombres tienen el raro comportamiento de llevar la incapacidad cerebral con un orgullo propio, opinar con un vacío reflexivo detestable y acomodar sus argumentos a la protección paternal.

Por eso, cuando supe la noticia, me causó hasta risa. No porque tuviese elementos hacia la comicidad, sino porque el sujeto a mención resulta disímil, empecinado en su idiotez e incapaz de estrenar su masa encefálica.

EEUU agregó a su lista de sancionados por el Departamento del Tesoro, al hijo entrañable de Nicolas Maduro. Su ingreso al elenco de personeros del régimen a quienes se les ha congelado sus activos no causa asombro. De seguro son muchas, tantos peculiares como asombrosas, las pertenencias dejadas en tierras norteamericanas, pues no dudamos de su derroche y excentricidades.

Nicolasito tiene un parecido a su padre sorprendente. Pocas veces ha aparecido en el escenario nacional. No está disociado de la realidad, pero sí desligado del ingenio y falto de vocablo culto. Le importa poco los comentarios recalcitrantes y hasta se especuló una vez, por medio de un video que atiborró las redes sociales, que salía de un hotel en Montecarlo en un Ferrari bañado en oro.

Recuerdo que su robustez intelectual le permitió amenazar a Donald Trump. Dijo en una ocasión que le respondería con fusiles en caso de una invasión, atacando a la Casa Blanca en Nueva York. Posiblemente, ni siquiera sepa cómo se escribe Washington y hasta consideraría que el palacio presidencial gringo estaría pintado de amarillo.

Sus portentos para el Castellano son tan rutilantes, rigurosos y notables, que una vez, en una de sus pocas apariciones como miembro de la ilegal Asamblea Nacional Constituyente, alegó sin tapujos en una entrevista televisiva y con una preocupación ejemplar, que en las protestas “han quemado gente viva; ha fallecido gente viva”, dejando a todos con la duda si se refería a ciudadanos o a zombis.

Lo cierto es que el Gobierno norteamericano lo acusa ahora de ayudar a su padre a sostener un régimen autoritario, para controlar la economía y reprimir a la población. Pero en realidad, su mayor pecado es ostentar de forma retorcida su opulencia económica a costa del hambre de los venezolanos, así como su falta de neuronas sanas y de tener sus pensamientos deshabitado en ideas.

Cierta vez apareció bailando música árabe en un matrimonio realizado en un reconocido hotel de Caracas, mientras le lanzaban billetes de dólares. Su baile de la lluvia y sus malas maneras para mostrar ser el hijo de papá siguen incubados en nuestra memoria.

 Su progenitor -que no sabe qué hacer con tan dotado de virtudes-, lo nombró hace algún tiempo, director del Cuerpo de Inspectores de la Presidencia, cuyo cargo resulta tan innecesario como estúpido. Por eso el puesto le ha calzado a la perfección.

Nunca pensé escribir tanto sobre un espléndido ignorante. Descuella por la severidad de su ineptitud, sus palabras sin fundamento y de ser un hijo descarriado de una revolución en la que a abundan los desalmados.  

Tanto él como su padre deben saber que la presión sigue servida para la salida. Un puñado de sanciones tal vez no haga la diferencia. Va más allá del cerco financiero. La desaparición de militares de rango importante, los ecos de sus torturas para inventarle confesiones y la reciente muerte del capitán Rafael Acosta Arévalo resuenan, no tanto en la conciencia de estos hombres sin honor, sino en los cuarteles donde abunda la confusión y las ganas enorme de hacer justicia.

A pesar de que Nicolás hijo se pierda ahora los suntuosos y rimbombantes parques de Disney, el golpe en el costado que duele más es que le conozcan la pista con exactitud, sobre algunos hechos que rozan lo delictivo.

A la sombra de esta medida, todo se sabrá al final y en detalle, pues la culminación de este proceso está escrito al dorso de los acontecimientos. La libertad está por venir. Serán meses de indagaciones, decisiones contundentes y contratiempos de súbito. El episodio último está a la vuelta de unos días. Solo nos resta esperar y actuar con sabiduría.