Este Jueves el Presidente de la Asamblea Nacional Juan Guaidó y reconocido presidente interino de la República Bolivariana de Venezuela se ha reunido con el Primer Mandatario Brasilero Jair Bolsonaro a fin de conversar acerca de la situación del país reconociendo que esta situación no solo representa una debilidad para la nación y sus ciudadanos sino que en la actualidad puede evaluarse como una amenaza a la estabilidad continental por los matices políticos, geográficos e ideológicos que representa.
El que Bolsonaro se reuniera con Guaidó no debería de extrañarnos, de hecho, a finales del 2018 cuando se elaboró un análisis de las predicciones para Venezuela se sabía que tanto el triunfo del representante de la extrema derecha en Brasil como el triunfo de Duque en Cololmbia representaría un muro de contención para las pretensiones de expansión ideológica de Venezuela y Cuba hacia el Cono Sur y Centromérica. Y la predicción se ha cumplido.
Sin embargo ¿Cuáles podrían ser las pretensiones de Bolsonaro? Mas allá de que obviamente en estos momentos Brasil y Venezuela son totalmente contrarias en su manejo ideológico, la profunda crisis económica e institucional vivida por Brasil en los últimos años han llevado a su nuevo presidente a dar un paso al frente mucho más radical e incluso a título de advertencia.
“No aceptamos ninguna propuesta o actuación de izquierda en nuestro país ni en los países vecinos” pareciera decir; una forma también de buscar despersonalizarse de los últimos escándalos que rodearon a sus anteriores mandatarios.
En el caso de Dilma Rouseff, fue apartada de su cargo acusada de corrupción, a través de una estrategia que queda por esclarecer y solicitó a la actual administración de Bolsonaro una indemnización por torturas sufridas durante la dictadura cuando era guerrillera a lo cual el gobierno respondió con una enfática negativa.
En el caso de Lula Da Silva, la administración de justicia brasilera le ha condenado a casi 13 años de prisión por malversación de fondos, corrupción y tráfico de influencias.
Esto es un claro de mensaje que no deja a nadie indiferente. Brasil ha tomado una decisión y su visión es hacer a un lado cualquier pretensión o vestigio que haya quedado de una administración de izquierda que para la población brasilera no trajo nunca calidad de vida sino corrupción e inseguridad.
Por lo tanto, el segundo paso iba a ser indefectiblemente el ver de qué manera establecía estrategias con su país vecino con quien comparte un aproximado de 2199 kilómetros cuadrados y la cual ha sido una frontera silente pero siempre en tensión. Esto, conjuntamente con la crisis migratoria y el gran número de desplazados venezolanos que buscan en Brasil una mejor calidad de vida y sus asentamientos llevaron a Bolsonaro a ser muy claro no solo por el bien de Venezuela sino por el bien del propio Brasil.
“Si la causa de estos desplazamientos, esta situación de inseguridad, estos asentamientos irregulares de personas muriendo de hambre, requiriendo pasar al otro lado para subsistir además de toda la gestión indiscriminada del crimen organizado – que no es secreto para nadie – es debido a la gestión tan desacertada de un gobierno que en los últimos años ha sumido al país en una profunda crisis humanitaria; mi postura es que no puedo ser su amigo ni lo seré”.
Bolsonaro no lo ha tenido difícil porque su subida a la presidencia llega en el preciso momento en el cual se da el quiebre institucional en Venezuela el cual es real y palpable.
Con unas elecciones irregulares donde no se sabe de dónde salieron los votos, una clara violación de los derechos electorales, instituciones no autonómicas creadas sin ningún tipo de formalidad y la negativa de la administración de Nicolás Maduro a permitir la entrada de ayuda humanitaria de nadie que no esa su socio y las constantes amenazas además del despliegue militar irregular en frontera- sin olvidar las detenciones arbitrarias, el uso de civiles armados para ir en contra de la población y los discursos de odio- era momento en el cual se planteara una nueva geoestrategia.
Es por ello que se reúne con Guaidó. Brasil reconoce a Guaidó como Presidente Interino y al reconocer su legitimidad institucional puede tomar decisiones unilaterales que de alguna manera puedan servir de asistencia no solo a la gestión de la frontera sino a iniciar ese compromiso de cerrar el camino de la izquierda hacia el Sur.
Guaidó con Bolsonaro cuenta con un aliado cuyas fuerzas armadas son de alto calibre y que pueden servirle de respaldo al momento de regresar al país. También servirá de respaldo para las comunicaciones y conexiones con otros países del Cono Sur al ser un enlace estratégico.
Ambos se necesitan como líderes. Pero cabe destacar que la prensa al reseñar esta reunión lo ha hecho indicando que es el reconocido como “Presidente Interino” o “Jefe Encargado” lo cual demuestra que Brasil también se pliega a la propuesta de tratar de devolverle a Venezuela la institucionalidad respectiva, la convocatoria a prontas elecciones y la restauración del Estado de Derecho.
En el caso de Venezuela, no tiene nada que perder. Debe seguir fortaleciendo alianzas con sus vecinos fronterizos porque es allí donde más difícil es frenar los conflictos, las irregularidades y los caminos oscuros de la otra realidad internacional, la no diplomática.
Luego de esa y otras reuniones, Guaidó volverá a Venezuela a seguir ejerciendo funciones. La administración venezolana ya ha amenazado con detenerle y llevarlo ante la justicia. Esto, solo permite entrever, que aun no han entendido la gravedad del caso de Venezuela a nivel de legitimidad y será solo un punto más para un expediente que en los actuales momentos está cambiando el rumbo de la historia de Latinoamérica y de las tendencias ideológicas del Siglo XX que, no encuentran ya la forma de subsistir en este Siglo XXI.
MSC. Corina Helena Cortés Oliveros
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